jueves, 3 de julio de 2014

La trinchera como Tourmalet


La Gran Guerra (sic) provocó que el pelotón se fragmentara en combatientes y posteriormente, en víctimas, como Lucien Petit-Breton (1907 y 1908), quien pese a servir en el batallón de bicicletas -lógico, previsible- y correos, murió en un accidente de tráfico cuando se dirigía de la reserva al frente, camino a la batalla del Marne. Una muerte por ir descolgado, a cola de grupo...

François Faber (1909), luxemburgués y primer ganador no francés del Tour; alistado en la Legión Extranjera de socorro tuvo una muerte trágica donde las haya: falleció en la trinchera tras enterarse del nacimiento de su hijo. Emocionado, se erigió lleno de alegría y un soldado alemán le disparó, falleciendo poco después. El ejemplo de que la felicidad en la celebración, la falta, la alerta... el robo en si. Y también Octave Lapize (1910), que ejerció como sargento de aviación del ejército francés hasta que su avión fuera abatido y él pereciera por las heridas provocadas del ataque.

Luego están algunos anónimos: Kerf, Maitrot, Fily, Mazin... una legión de gregarios y notables que fueron ejecutados, padecieron enfermedades o bien cayeron en los frentes en defensa de alguna idea, dejando vacío un pelotón que después del pavé rebentado y el asfalto quebradizo y terroso no volvió a ser el mismo hasta que aparecó un belga: el caníbal. Ya hablaré de él...

Foto: el avión del sargento Lapize, remolcado hacia el hangar para ser reparado.

Postdata: ahora que empiezan las tardes de julio, -las tardes del Tour- podéis leer Cuentos del Tour, de Sergi López-Egea.

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